En Carácter, la obra se revela como un espejo rugoso, de contornos difusos pero cargados de intención. Lo que a primera vista puede parecer un caos de texturas grises y negras, se va revelando como una topografía emocional, una cartografía interna. La materia parece haberse depositado por capas, como lo hacen los silencios densos o los días en los que el cuerpo pesa más que el mundo. No hay centro claro ni límites precisos, como ocurre con los estados de ánimo que no buscan explicación. Esta pieza no describe, sugiere: evoca lo no dicho, lo que se intuye pero no se nombra. Invita al espectador a una contemplación activa, casi meditativa, como quien mira una nube esperando encontrar una forma, una señal. Aquí, el carácter no es personalidad, sino rastro: la huella de lo que hemos atravesado sin siquiera saberlo.

Karaktere obra bat da barruko mapa bat bailitzan. Tonu ilunen artean, barne-prozesu baten aztarnak ageri dira: arnasa bezain sinplea, baina sakona. Ez dago forma finkorik, baina badago pisua, isiltasuna, eta nabaritzen den sentimendua. Artelan honek begiratzeko modu bat eskatzen du: pausatua, sakona, barrurantz.

Character unfolds like an inner landscape, traced in shadows and weight. There are no fixed forms, but the texture speaks — of silence, of slow days. It’s not about defining, but evoking what is felt but unnamed. A work that asks for contemplation, for a moment of still presence.